Salmos 51:11-19
11 No me eches de delante
de ti; Y no quites de mí tu santo espíritu. 12 Vuélveme el gozo de tu salud; Y el
espíritu libre me sustente. 13 Enseñaré á los prevaricadores tus
caminos; Y los pecadores se convertirán á ti. 14 Líbrame de
homicidios, oh Dios, Dios de mi salud: Cantará mi lengua tu justicia. 15 Señor, abre mis
labios; Y publicará mi boca tu alabanza. 16 Porque no quieres tú sacrificio, que
yo daría; No quieres holocausto. 17 Los sacrificios de Dios son el
espíritu quebrantado: Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh
Dios. 18 Haz bien con tu benevolencia á Sión: Edifica los muros de Jerusalén.
19 Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, el
holocausto ú ofrenda del todo quemada: Entonces ofrecerán sobre tu altar
becerros.Un amigo en Cristo dijo:
El salmista David escribe: “No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu Santo Espíritu.” Sabemos que Dios es omnipresente, pero su presencia manifiesta es algo completamente distinto. Esa es la razón por la que muchos servicios de culto comienzan con coros implorando al Espíritu Santo que baje y manifieste su presencia. David está diciendo aquí: “Señor, necesito tu presencia, no sólo hoy, sino mañana. No quiero que disminuya porque no quiero volver a mi tibieza. Por favor, Dios, no quites de mí tu santo Espíritu. Quédate conmigo una vez que termine de adorarte”.
Todos sabemos lo que es sentirse así. En la iglesia y en nuestra comunión con los demás, podemos conocer la presencia manifiesta de Dios. Chispas interiores se encienden, trayendo una sensación de vida fresca y nueva, y anhelamos que Dios nos mueva de esa manera cada hora del día. Sin embargo, la chispa se desvanece a medida que los días pasan y somos bombardeados por demandas de trabajo, obligaciones familiares, y cuentas que nos consumen y abruman.
Caigo en este ciclo cada mes, soy conmovido e inspirado por los hombres de Dios que hablan aquí y sus poderosos mensajes que me hacen caer de rodillas. Sin embargo he decidido hacer una oración audaz a Dios: “Señor, si la chispa no se va a mantener, no me des una.”
Estaba cansado de la montaña rusa, de que se genere una chispa sin una llama para mantenerla, de estar en la cima de la montaña sólo por una semana para descender a la monotonía la semana siguiente. Así que le pedí: “Dios, si enciendes una llama en mí, haz que crezca más y más. Dame un espíritu leal, como dijo David. ¡Si me das una chispa, conviértela en una antorcha!”.
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